jueves, 7 de julio de 2011

Las estrategias sexuales ¿humanas? Parte 2

Existe un mecanismo evolutivo que permite la variabilidad en la conducta sexual en las especies, se le llama selección sexual y es parte de los mecanismos que describe la teoría evolutiva de Darwin. La selección sexual permite que características físicas o fisiológicas evolucionen debido a sus beneficios reproductores y no a sus beneficios en términos de supervivencia, aunque al final el objetivo sea seguir la línea genética en las futuras generaciones. Según Darwin, la selección sexual adopta dos formas: la competencia de los miembros del mismo sexo por el acceso al sexo opuesto y la otra es la elección de una pareja basándose en determinadas cualidades deseadas por los miembros del sexo de una especie [1]. Esta competencia puede darse directamente entre los miembros de la especie, utilizando distintos mecanismos para resultar atractivo. En la elección de la pareja son las cualidades físicas las que sobresalen, quien tengas las más deseadas será quien se quede con la pareja para procrear.

Según Buss, esto llevo a desarrollar estrategias sexuales como soluciones adaptativas a los problemas de emparejamiento. Quienes no tuvieron buenas estrategias sexuales, no consiguieron emparejarse y por lo tanto no lograron transmitir su información genética. Quienes sí lo hicieron no solo lograron transmitir sus genes, sino también la estrategia que le permitió emparejarse [1]. De esta manera las estrategias sexuales son parte de la selección sexual, y con esto se sigue la línea de la teoría evolucionista darwiniana. Pero, ¿hasta qué punto se cumple esto en los seres humanos? ¿Qué tanto es genético y qué tanto en las estrategias sexuales es ambiental? Son preguntas que siempre han estado en el pensamiento colectivo. A mi punto de vista, muchas de las estrategias sexuales tienen un fuerte componente genético-evolutivo, pero están en sentido metafórico, forradas por un componente ambiental-cultural que permiten la variabilidad que existe en todo el mundo en la especie humana.

Hablar de estrategias sexuales según Buss, es referirnos a todas las posibles soluciones que se manifiesten al problema adaptativo de el emparejamiento humano. Por debajo de cada estrategia sexual existen mecanismos psicológicos que marcan diferencias en las distintas estrategias de emparejamiento. Los celos, los sentimientos amorosos, la preferencia por una pareja, el deseo sexual son algunos de ellos. No necesariamente las estrategias son conscientes aunque su manifestación conductual así lo pareciera, en realidad muchas de las estrategias sexuales tienen su origen en patrones conductuales determinados por la información genética de cada especie [1]. Aunque como ya se ha dicho estas pueden ser modificadas por la presión ambiental, no solo en la especie humana.

Cuando hablamos de una estrategia reproductiva en los humanos no necesariamente estamos hablando de una estrategia sexual. Las estrategias reproductivas son aquellas que permiten a las especies reproducirse y criar a su progenie. El fin de las estrategias reproductivas es tener descendencia con características específicas: 1) fenotípica y genotípicamente adaptables; 2) capacidad para la reproducción y; 3) variabilidad. En cambio, las estrategias sexuales son aquellas que permiten el acceso sexual a la pareja (con o sin fines reproductivos) o el emparejamiento. Al final solo podemos diferenciar entre si una estrategia sexual es reproductiva si el fin último es la reproducción. Es difícil hacer esta diferenciación en las demás especies de animales, ya que la mayoría de ellas usan sus estrategias sexuales solo con fines reproductivos. Pocas son las especies además de los humanos que las usan sin procurar la reproducción.

No necesariamente las estrategias sexuales son patrones conductuales que se cumplen en todo miembro de la especie. Los patrones conductuales pueden modificarse con el entorno y la adaptabilidad a este. En el ser humano esta modificación se hace más sensible porque la evolución no creo instintos que se manifiesten independientemente del contexto [1]. Es decir, una estrategia sexual puede tener múltiples formas de expresión en los seres humanos, sin tener que ser distintas. Tomaremos de ejemplo los celos, estos pueden manifestarse en ciertas culturas de una forma y en otras culturas de forma diferente. En el caso de las culturas en donde está permitida la poligamia, las múltiples parejas de un solo individuo prácticamente no sienten celos una de la otra y si los hay no llegan a la forma patológica. Esto es muy distinto en las culturas en donde la monogamia prevalece, los celos hacia la pareja aumentan al grado de a veces ser enfermizos o patológicos, esté o no presente un motivo para celar.

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